Aterrizamos en el aeropuerto de San Francisco y salimos disparados del avión para llegar de los primeros a la cola de inmigración, en la que tienes que esperar a que algún agente te mire el pasaporte, te haga algunas preguntas acerca de la intención de tu visita y te tome las huellas dactilares. Normalmente esto es rápido, a no ser que seas terrorista o contrabandista de jamón serrano, pero con nosotros tardaron más de lo normal porque en el visado de Pedro el peque había un error tipográfico (ponía "Navbarro") y no se creían que fuera hijo de su padre (en estos casos no vale la evidencia del gran parecido físico). Solucionado este problema, fuimos a recoger nuestras maletas y nos encontramos con que no había llegado la sillita de Pedro para el coche. Lufthansa se ofreció a darnos una de sustitución mientras llegaba la otra y trajeron la nuestra a los dos días. Así que, entre pitos y flautas, llegamos al apartamento sobre las diez de la noche totalmente destrozados.
El apartamento está genial http://www.oakwood.com/furnished-apartments/furnished/US/CA/Sunnyvale/prop2511/showPictures.html. Está nuevo, con muebles modernos y camas con edredones tan mullidos que no dan ganas de levantarse. El complejo tiene piscina, gimnasio y parque infantil. Para abrir las puertas hay que pasar un chip por un sensor en la pared y el microondas es también campana y luz para cocinar (se llama "space saver"). Un lujo, vaya, y cuando tengamos que irnos a la casa que alquilemos nos va a dar mucha pena. Lo mismo nos ocurrirá con el coche (una minivan de Chevy de siete plazas, con DVD para los niños y puertas que se abren automáticamente); el que nos compremos será tan cutre que hasta le cogeremos cariño.
En fin, que gracias a tener casa y coche nada más llegar, nos ha costado poco adaptarnos a la rutina del país. Espero que todo lo que venga en adelante sea igual de fácil y cómodo.