sábado, noviembre 21, 2009

Segunda foto de objetos típicos americanos


En este caso, no es un objeto, es un lugar. Es el típcio "diner", cafetería/restaurante de carretera en el que te sientas en la barra y te atiende una camarera que te trae un plato gigante. Me hace recordar las "road movies", en las que el personaje principal se sienta comer y siempre hay algún otro personaje que se sienta al lado o cerca y que le da un giro diferente a la película o aporta un dato o una pista nueva al guión.


Este diner, en concreto, está cerca de casa. No es un sitio de super lujo pero vamos a comer allí a menudo; es un sitio confortable, la comida es buena y econónomica y las camareras son amigables, nos conocen ya. Lo mejor de todo, los postres y los habituales que se sientan en la barra.

domingo, noviembre 08, 2009

Paranoia


Esto que me está pasando no es sano. Me lo diría cualquier médico e incluso cualquier persona por la calle. Que lo que tengo se llama paranoia y que es difícil de curar una vez la tienes metida en la cabeza.

Y es que no puedo parar de pensar en el virus de la Gripe A, el H1N1. ¿O será que aquí nadie deja de recordármelo? Folletos informativos en todas partes, alarma en las noticias y la gente que me rodea hablando de ello a todas horas. En mi cole, además, hay varios casos ya.

El caso es que ya he empezado a preocuparme. Mucho. O quizás demasiado. Al estar embarazada entro en el grupo de riesgo y, aunque me asegura la doctora que es difícil tropezarse con un enfermo con alta dosis del virus, podría pasar, Me dice que mi sistema inmunológico es tres veces menos que en condiciones normales y que en la costa este del país, ha habido casos de pneumonía fuerte en embarazadas con Gripe A e incluso varias muertes. Me asegura, de todos modos, que a la bebé no le pasaría nada porque la protege la placenta.

Aún así, me preocupo día y noche. Me preocupo por mi y por mis hijos. Me preocupo por Pedro. Me da miedo que la gente tosa o estornude a mi alrededor y me da miedo tocar los carros de la compra o abrir la puerta de algún baño público con las manos. Me da miedo que los compañeros de clase de mis hijos se toquen entre ellos con manos sucias y llenas de mocos. Me da asco que la gente reparta papeles y folios mojándose el dedo con saliva para luego mojar el papel.

Irónicamente, sobre todo, me preocupa la vacuna. A pesar de haber leído y haberme informado acerca de ella, sigo sin sentirme segura. Me preocupa que mi ginecóloga tuviera dudas un día y semanas más tarde cambiara de opinión. Me llegan correos electrónicos de casos con información que no sé si es errónea, cierta o simples rumores. Me despierto por la noche pensando que si vacuno a mis hijos les saldrá algún tumor más adelante, cuando sean mayores, o qué sé yo... Y no puedo dormir pensando que si se mueren será por mi culpa, por haber sido mala madre y no haberlos vacunado... O que se muera nuestro bebé antes de los seis meses porque no nos vacunamos todos en casa...

No es sano, ya lo sé. Por eso busco soluciones (o más bien prevenciones): tomo vitaminas, como naranjas, me lavo las manos. Aún así, sigo sin poder dormir bien por las noches y maldigo esta gripe dichosa que me ha convertido en una paranoíca sin arreglo.

martes, octubre 27, 2009

Halloween

































Ayer vaciamos una calabaza y le cortamos la correspondiente carita de miedo para luego ponerle una vela dentro. Todo este proceso tiene un verbo específico y es "to carve the pumpkin". Una vez se ha convertido en cara con vela, ya no se llama "pumpkin"/calabaza sino "jack-o-lantern". Las hay de distintos tamaños y diseños y las gente las suele poner en las puertas de sus casas para espantar los malos espíritus, junto con decoraciones de Halloween para todos los gustos. Aquí está la nuestra.

domingo, septiembre 27, 2009

Fotos de objetos típicos americanos


Hoy comienzo un apartado dedicado a objetos típcamente americanos. La primera foto: una caja de comida china. A pesar de ser "china", sólo he visto estas cajas aquí. Típicas de las películas, ¿no?

domingo, septiembre 13, 2009

Cursos de todo para todos


Siempre me han parecido muy graciosos los anuncios de CCC en la radio y varias veces me he preguntado quién se matricula en esos cursos o si, realmente, tiene alguna validez en el mundo laboral. Quizás, simplemente, la gente sólo se matricule por aprender algo nuevo o que les pueda parecer interesante.


Pues bien, ayer me llegó un catálogo a casa de algo parecido a CCC pero con cursos tan sorprendentes que algunos me han hecho reir, de lo simpáticos (por no decir absurdos, en algunos casos) que son. Merece la pena que nombre algunos porque, si de verdad hay gente que se matricule en ellos, entonces entenderé la razón de CCC siga teniendo anuncios en la radio después de tantos años.


Para los más artísticos hay varios cursos: "Armónica de blues para principiantes", "Una tarde con Leonardo Da Vinci" o "Astronomía de Jardín" (este último te enseña a tumbarte en tu jardín y localizar todas las estrellas y constelaciones).


Hay un listado de cursos razonables de fotografía y pintura pero luego nos encontramos con cursos que te enseñan todo sobre patentes y la propiedad intelectual, cómo sacarle dinero a tus inventos y una guía paso a paso de cómo vender con éxito en ebay.


Más: "Certificado de Planificador de bodas", "Robótica de Lego" (introducción a la construcción de robots de LEGO usando no se qué programa de ordenador), "Cómo hablar con casi todo el mundo" (gracioso lo del "casi", ya que pagas estaría bien aprender a hablar con TODO el mundo), "Dinámica de la Voz" (aprendes a controlar el sonido de tu propia voz y tu estilo al hablar. Gracioso también que te incluye un apartado para aprender a darle más dramatismo o cómo evitar interrupciones), "Cinco ritos tibetanos" y "Logísitca de un safari" (información práctica para esos viajes que hacemos a Kenia tan a menudo)...


Casi se me olvidan los cursos de cocina, "Cócteles a las ocho", "El arte de hacer Sushi" y "Cómo preparar una cena de Acción de Gracias". Por último, mis favoritos: "Clutterology" (este lo tengo que poner en inglés con una explicación en español porque no tiene traducción. Sería algo así como la ciencia de ordenar tus trastos, organizar porquería en casa y en la oficina), "Secretos para una super memoria" (cómo mejorar y mantener activa la memoria), "Citas con éxito en la mediana edad" y "Cómo escribir y publicar su libro en 30 días" (¡un bestseller seguro!).


¡Ah! También hay un apartado al final del librito/folleto que te pregunta si ya has terminado de leer el catálago. Si es así, puedes pasárselo a algún amigo o ¡apuntarte a un curso de cómo reciclar papel!

miércoles, septiembre 02, 2009

Un bebé en EEUU


Voy a tener un bebé en Estados Unidos. ¡Voy a tener un bebé en Estados Unidos! Pero, ¿estoy loca? ¿Y si aquí dan a luz de pie? ¿Cómo se dice "estoy de parto" en inglés? ¿"Tengo contracciones", "He roto aguas"? ¿Qué te dice la matrona, "push!"? ¿Quién me va a ayudar antes, en los días previos al parto, cuando ya no puedes ni con tu alma? ¿Y después, quién me lo va a bañar los primeros días (socorro, mami...)? ¿Cómo se registra a un niño recién nacido? Es más ¿habrá un Registro Civil? ¿Qué leche le podré dar si la mía no da para mucho?

Una buena amiga me dijo un día, cuando estaba a punto de nacer Pedro y yo le contaba mis miedos, "Maite, no te preocupes, que si una pobre mujer puede dar a luz en la copa de un árbol en medio de una inundación por huracán, tú, que tienes todos los medios posibles del mundo no tendrás ningún problema". Espero que sea así, que esto no haya sido una locura y que esta niñita sea la anécdota más feliz de esta aventura americana.

sábado, agosto 15, 2009

Vuelta a casa


Tras un viaje largo e infernal (por culpa de un retraso, perdimos una conexión) hemos llegado a casa. ¿O es el lugar en el que vivimos? Después de muchas consideraciones, he llegado a la conclusion de que sí, muy a nuestro pesar, esta casa alquilada en California, donde trabajamos y criamos a los niños es ahora, queramos o no, nuestro hogar.

Llegar al aeropuerto de Madrid nos trajo la alegría de la familiaridad y la ilusión de ver a los seres queridos. La gente esperando las maletas hablando - casi gritando - español y el olor a tabaco de las zonas de fumadores trae el recuerdo de un sitio reconocible porque es tuyo. La Guardia Civil en aduanas, el taxista en su parada, los abueletes con boina y nietos... El bocadillo de jamón, un cortado bien hecho, una caña... ¡Y qué decir de la llegada a Canarias: ¡los abrazos, las preguntas, el acento!

Durante los dos meses que duró la gloria de estar arropado por lo familiar, me estuve preguntado cómo sería volver a lo añorado, volver a la cotidianidad que teníamos antes. A ratos pensaba, "Aquí estaríamos mejor, qué bien se vive aquí" o "Cuánto echo de menos esto".
Sin embargo, a medida que pasaban las semanas, dejé de pensar en lo mucho que echaba de menos mi tierra natal y mi familia y, curiosomente, empecé a pensar en las cosas que tenía que hacer a la vuelta, cuando llegara. En mis sueños ya no aparecían imágenes de mi vida en el verano o en un futuro en Canarias sino fotos de nosotros enredados en la rutina del otoño.

Llegó Pedro para pasar las últimas semanas y me entró la prisa. Prisa por acabar esos últimos días de verano y regresar a mi casa, mi ropa y mi cocina. Por supuesto que volver a dejar a la familia y amigos fue, una vez más, traumático, pero el hecho de saber que volvíamos a casa, a seguir con nuestra vida en familia lo hizo un todo un poco más llevadero.

Y es que el quid está ahí, en la frase "nuestra vida en familia". No importa qué lugar nos parezca más apetecible o qué objetos o personas nos recuerden lo lejano conocido. Al final, somos nosotros cuatro (pronto cinco) los que hemos creado el hogar y dondequiera que estemos todos juntos, allí nos sentiremos siempre como en casa.

miércoles, junio 03, 2009

Mi tiempo hasta ahora

Me quedan pocos días para volverme para Las Palmas y Tenerife para pasar el verano y es tiempo de hacer balance de lo que han sido, hasta ahora, estos casi dos años aquí. Tantas cosas han pasado que es imposible enumerarlas y, aunque la tristeza ha estado presente desde el principio, son las pequeñas alegrías y satisfacciones del día a día las que han hecho que haya podido salir adelante.

Hemos formado parte de unas elecciones inolvidables y que han hecho historia, vimos cómo el precio de la gasolina se puso por las nubes y luego volvió a bajar y, desafortunadamente, estamos presenciando cómo la economía de este país se está desintegrando poco a poco y desde la base.

Hemos disfrutado de Halloween dos veces ya, nos hemos mudado dos veces también y dos veces ha venido la familia a vernos. Jugamos a esconder huevos por Pascua, celebramos cumpleaños, hemos ido a muchas, muchas barbacoas e incluso hemos celebrado varias nosotros también, para no ser distintos de los demás americanos...

Y mientras tanto, entre fiesta y reunión nosotros hemos seguido haciendo nuestro "commute" (viaje en coche al trabajo) todos los días y los niños han ido aprendendiendo más y más inglés - tanto así que Pedro me preguntó el otro día cómo se decían "dream y nightmare" en español (sueño y pesadilla)-. Hemos disfrutado con ellos de los parques tan increíbles que tienen aquí y creo que, entre frío y mucha lluvia, hemos pasado más tiempo fuera de casa que dentro; es la ventaja de vivir en California.

A lo tonto se nos han pasado estos dos años llenos de acontecimientos y recuerdos. Quién sabe cuántos más estaremos aquí pero, por lo pronto y con mucha nostalgia, creemos haber encontrado un huequito de felicidad los cuatro. Uy, pronto me tendré que acostumbrar a decir los cinco...

sábado, mayo 09, 2009

Bibliotecas


Me gustan mucho las bibliotecas. Cuando tenía unos 10 años, mi madre me dejaba ir caminando a la biblioteca pública de El Obelisco (donde, por cierto, la bibliotecaria tenía el pelo más largo del mundo y era muy, muy antipática), terminé la carrera gracias a que me volví asidua a la biblioteca universitaria de Granada (la biblioteca más bonita que he visto en mi vida) y, desde que Pedro tuvo edad para guardar silencio, lo empecé a llevar a la Casa de la Cultura, la biblioteca de mi barrio en Santa Cruz.


Aquí, enseguida busqué la más cercana y vamos muy a menudo. A veces Diego corre por los pasillos y algunos mayores les guiñan un ojo pero, por fin, creo haber logrado que se sienten a buscar un libro y leerlo todos juntos. En invierno, nos sentamos en la moqueta y nos apoyamos en los grandes sillones con cojines que tienen, café en mano, y pasamos un ratito muy agradable.


Y es que aquí las bibliotecas no parecen bibliotecas. Es decir, sí, hay libros y estanterías pero no el sentimiento de austeridad que tienen las bibliotecas españolas. Aquí hay movimiento, mucho movimiento. Hay mesas con padres haciendo los deberes con los niños, niños haciendo la tarea con ordenadores y bebés lectores jugando con libros en grandes cajas de madera... Hay actividades para todos, todos los días de la semana: cuenta cuentos, canciones, proyecciones de películas, charlas, venta de libros usados, recaudaciones de fondos... Las multas por no devolver los libros a tiempo se pagan, hay bolsas recicladas para que no te vayas a casa cargando con los libros en la mano e, incluso, hay una cafetería dentro de la biblioteca.



Estas bibliotecas te ofrecen tantos servicios gratuítos que te apetece ir y quedarte un rato. Te apetece leer, a los niños les apetece leer. Cada uno tiene su tarjeta ya y, aunque no elijen sus libros con cuidado porque son muy pequeños todavía, quieren sentarse a usar los ordenadores y siempre me cuesta sacarlos cuando nos tenemos que marchar, al caminar entre estantería y estantería, siempre logran robarle otro guiño a algún mayor. Y lo más importante, con un poco de suerte, crecerán queriendo ir a la biblioteca a leer.


jueves, abril 23, 2009

La muerte aquí


El fin de semana pasado, desafortunadamente, perdí a una persona a la que le había cogido cariño. Falleció, de un infarto, el director de mi escuela/colegio. Tenía sesenta y dos años y sucedió al bajarse de su máquina o cinta de correr.


En realidad, sólo lo conocía desde hace un año, pero era una persona amable, atenta, y servicial. Era un director justo y firme tanto con sus alumnos como con los profes del cole. Había ido a la guerra de Vietnam y perdido el oído. Trabajaba mucho con la comunidad hispana del entorno de nuestra escuela y siempre tenía a los padres y los alumnos como prioridad máxima. Un hombre dedicado a su profesión. Una buena persona...


Esto sucedió el domingo y el lunes por la mañana, los maestros estaban bastante afectados; todos nos reunimos en la sala de profesores y la mayoría de la gente estaba en silencio o llorando. Aparte de eso, en pocos minutos se había formado un despliegue espectacular de personas de la oficina del distrito escolar al que pertenece nuestra escuela. Estaba el Superintendente, el Director de Recursos Humanos, varios psicólogos y sustitutos, cuaya misión era pasearse durante el día por las clases y ver qué tal estaban los maestros y si necesitaban hablar con alguien o, simplemente, salir de clase.


Se nos comentó, en una reunión muy corta antes de que sonara el timbre de la mañana, que debíamos seguir el día de manera normal, como si no pasara nada. A los niños había que explicarles lo que había ocurrido y que podíamos dedicar un ratito a hacer algunos dibujos o cartas de despedida. Nos contaron que para un niño, perder a un líder puede ser traumático y que podía haber reacciones de ira o mal comportamiento por parte de los estudiantes. En cuanto a nosotros, nos preguntaron mil veces si estábamos bien para poder empezar el día. La secretaria/administrativo, por ejemplo, no aguantó y se marchó a su casa destrozada.


Su plaza de aparcamiento está plagada de flores, velas, poesías y dibujos que, espontáneamente, han ido dejando maestros, alumnos y padres. La puerta de su oficina está cerrada y la de la psicóloga de la escuela abierta de par un par. Todavía no nos han comentado quién lo va a sustituir pero todos los altos cargos nos han dicho que no busquemos un clon de él.


Y así ha transcurrido la semana; asombrada por lo que pasa a mi alrededor y cómo pasa. Nunca había vivido la muerte aquí y me resulta todo muy diferente a lo que estoy acostumbrada a ver o vivir. Cierto, esta circumstancia es especial por ocurrir, a la vez, dentro de una comunidad educativa pero no deja de parecerme interesante. La semana que viene es el funeral (lo han incinerado) y luego fiesta en su casa. Me han contado que la él había pedido que celebraran su muerte con mariachis y mucha, mucha comida. Me han dicho que me toca llevar algo, así que, Dan, dondequiera que estés, espero que te guste la tortilla española.

sábado, abril 11, 2009

Obesidad infantil


La obesidad siempre es un asunto que me toca de cerca, como casi todos saben, así que me cuesta un poco hablar abiertamente de ella. Sin embargo, no es la obesidad en general el asunto que me entretiene hoy sino, más específicamente, su lado infantil o juvenil.


Más allá de la enfermedad en sí y de las circunstancias de cada persona, todos sabemos o queremos teorizar acerca de las razones que llevan a la obesidad. Ya he mencionado en otras ocasiones que este país es un país de obesos, donde es difícil intentar no girar la cabeza con asombro o compadecerse del que pesa tres veces más que tú.


Pero, bueno, eso está ahí, sucede en este país y no lo podemos cambiar ya. Lo que sí se puede cambiar, o mejor dicho, evitar, es que los niños crezcan obesos. Desgraciadamente, ya hay un número elevado de niños obesos entre la población infantil (no conozco las cifras pero sí lo que veo) y, de nuevo, volvemos a teorizar acerca de qué ocurre con esos niños para que hayan llegado a ese estado.


En los comedores de los colegios americanos, aunque se intenta servir un menú equilibrado, con fruta y verdura, siempre hay comida basura o algún carbohidrato o proteína con excesiva grasa o alto valor calórico y glucémico. Algunos colegios defienden el hecho de que el niño comerá mejor si se le sirve algo que le va a gustar comer (pizza, hamburguesa, macarrones con queso derretido a cucharadas...). Es más, otros defienden que en los barrios más humildes, esta es la única comida que van a comer en todo el día, así que mejor ponerles algo apetecible a sus ojos. La fruta y la verdura, por otro lado, es casi siempre, la misma: plátanos, manzanas o algo en almíbar o maíz, habichuelas, brécol y zanahoria. Nunca se les sirve, ellos la tienen que coger y, como es de suponer, nadie lo coge porque no apetece. Si a todo esto, le sumamos el hecho de que aquí no cocinan, como en los comedores españoles, ni legumbres ni potajes ni sopas, ya me dirán qué tipo de comida equilibrada comen los niños.


La culpa, de todos modos y a mi parecer, no la tienen siempre los comedores escolares. La culpa, o la mayor parte de ella, la tienen los padres. Un Happy Meal de McDonalds no llega a $4, la prepara otra persona y se tarda en comer menos de diez minutos. Preparar, uno mismo, una cena equilibrada en casa cuesta más de $10 y se tarda más de una hora, entre que se cocina, se pone la mesa, se cena y se recoge todo. Ah, y no nos olvidemos de lo fácil que es darle a un niño un donut y un refresco para merendar en lugar de fruta o algún lácteo. Finalmente, si los hábitos alimenticios de los padres son los indebidos, ya sabemos que el niño va a heredar los mismos hábitos.


No soy ni médico ni especialista en nutrición y no pretendo buscar ni resolver las causas de este problema. Lo que ocurre es que me da mucha pena ver en muchos, muchos niños aquí el anuncio de lo que va a ser una vida llena de riesgos para la salud, complejos e infelicidad. El viernes pasado, una niña gordita de mi clase me dijo, con una sonrisa en la boca, que sus pantalones le quedaban más grandes que de lo normal. Yo, extrañada, le pregunté por qué. Me contó, contentísima, que estaba a dieta y que no sabía cuánto había perdido pero que sabía que algo era
porque los pantalones le quedaban grandes. Mi niña... Sólo tiene nueve años y ya está a dieta...


domingo, marzo 29, 2009

Tía en América


Hace unos días leí una entrada del blog de mi amiga Alicia Barajas, http://sinkuenta.blogspot.com/, titulada "Yo tengo un tío en América". En ella, Alicia cuenta cómo su tío y su mujer emigraron a Los Ángeles por buscar una nueva experiencia o aventura. Su tío encontró un buen trabajo como patólogo en UCLA, sus hijos nacieron allí y allí hicieron su vida, a pesar de añorar su tierra y a su familia y amigos en Tenerife.


En definitiva, lo que me impresionó a mí es el hecho de que se quedaron allí. Para siempre. Fueron a la aventura y nunca regresaron a su casa. Las cosas les iban bien y decidieron quedarse. Los tíos de América no volvieron.


Muchas veces me pregunto si nosotros seremos "los tíos de América". Por ahora, las cosas nos van bien aquí. Los dos, afortunadamente, tenemos dos buenos trabajos que no peligran, los niños hablan inglés ya con bastante soltura y hemos encontrado actividades y ocio que nos mantienen ocupados casi todos los fines de semana. El único precio que pagamos por vivir razonablemente bien es lo que dejamos atrás: la familia y los amigos.


Es por esa razón que siempre vivimos con la esperanza de que volveremos a casa dentro de un tiempo, de unos años. Pero, ¿y si no volvemos? ¿Y si estamos tan cómodos aquí que ya no nos atrae lo de allí? ¿Y si vamos perdiendo los lazos que nos atan allá...?


Ya tengo los billetes comprados para irnos a casa este verano. Los tíos de América vuelven a casa. Por lo menos, este año seguro.

sábado, marzo 07, 2009

Curiosidades



Tenemos un limonero y un naranjero en el jardín. Son dos árboles medianos, que nos han dado la alegría este invierno de estar cargados hasta arriba. Durante estos meses, hemos ido cogiendo limones y naranjas a nuestro antojo. Hasta que ayer, lamentablemente, se nos han acabado las naranjas. Al coger las últimas, ¡nos hemos encontrado con varias totalmente vacías por dentro! No sabemos qué animal o bicho (sospechamos de nuestras amigas las hormigas) ha estado comiendo a nuestra costa pero lo curioso es que las ha dejado limpias y lisas por dentro e intactas y redondas por fuera, como una bola de Navidad. Limones todavía quedan bastantes, aunque muchos sean con esta forma tan, tan rara.

Ha estado lloviendo durante tres semanas seguidas sin parar. Durante la semana vamos a trabajar y los niños al cole (sin recreo, claro) pero, llegado el fin de semana, nos ha costado buscar actividades para que no nos tiremos de los pelos los cuatro en casa. Y buscando, buscando, nos hemos encontrado con esta piscina y parque acuático interior y climatizado. Y ha estado muy bien, la verdad, porque hemos soñado un poco con el cambio de estación, que se está haciendo de rogar.


Última curiosidad: esta noche cambiamos la hora aquí.

jueves, febrero 19, 2009

Los niños de mi clase





Doy clase, todo en inglés, a niños de tercero de primaria (third grade) en una escuela pública y en uno de los barrios más pobres y peligrosos de San Jose, California. Estoy en una de las dieciséis escuelas de un distrito escolar de una comunidad casi 95% hispana y que comparte aceras y supermercados con otra pequeña comunidad asiática formada por gente de Vietnam, Filipinas, Laos o Camboya. Es una zona de bandas, la gran mayoría vive sin papeles, se muda constantemente e incluso se vuelve a Méjico si la cosa no va bien y vuelve a intentar entrar en el país a los meses de haberse ido. Los que, por fin, han podido regularizar su situación, tras una larga espera de años, pueden viajar y volver a ver a sus familias después de mucho tiempo.

Muchos de mis niños crecen en un ambiente de sólo español en casa y no han nunca ido a una guardería o prescolar porque no pueden permitírselo. De manera que, cuando entran en Kinder, no saben hablar inglés ni conocen la rutina de la escuela. A muchos les acaban de quitar el pañal (sí, aquí la gente tarda mucho) o no han abierto un libro en su vida (cuando ambos padres tienen dos trabajos para salir adelante ¿quién tiene tiempo de sentarse a leer? Es más, muchos de los papás y mamás de mis niños no han acabado la escuela ellos mismos).

No hablan bien inglés. Les cuesta conjugar algunos verbos, les falta vocabulario y cambian al español (u otro idioma) inmediatamente si no pueden expresar lo que quieren decir o saben que tú también hablas español. Por esa misma razón, les cuesta leer en inglés y muchos no leen a su nivel. Con las matemáticas lo tienen menos crudo, hasta que se topan con algún "word problem", o problema matemático (los típicos de toda la vida: "Si Juan tiene cuatro ovejas y vende una..."), que no pueden resolver porque les cuesta leer la información.

El gobierno de cada estado (y, por tanto, el de California) está obligado, gracias a ley de Bush del 2001, "No Child Left Behind", a examinar a los alumnos de algunos grados en todas las escuelas y, dependiendo de los resultados, recibir mayor o menor subvención por parte del gobierno federal destinada educación. Por esta razón, estas escuelas tan "pobres" se ven sometidas a presión por todos los lados para mejorar los resultados de los exámenes. Pero, por mucho que lo intentemos los maestros (cursillos, técnicas nuevas de enseñanza y aprendizaje), los números/resultados (scores) no suben.

Sin embargo, mis niños no faltan ningún día al cole. Les encanta aprender, jugar, charlar con sus compañeros y siempre tienen una sonrisa de oreja a oreja, a pesar de que vivan tres familias en su misma casa, no tengan para celebrar la navidad o tengan a un padre recién deportado. Todas las mañanas me reciben con ganas de contarme mil cosas, "Mrs. Pons, guess where I go yesterday?!" (¿Advina dónde "voy" ayer?) o "I did my homework but I forgot" (Hice la tarea pero me olvidé...) y yo pienso, con una sonrisa, que va a ser un día largo con este grupo tan parlanchín.

Y, a pesar de que los resultados de los exámanes no sean lo que el estado o uno quisiera, estos niños saben sumar y restar, multiplicar y dividir (¡estas dos últimas cosas se las he enseñado yo este año!), pueden leer a nivel bastante básico y, muchos ya, a nivel de su grado. Saben lo necesario para salir adelante, pasar a cuarto y, en unos años, para ir a la universidad. Para hacer lo que se propongan y alcanzar el sueño americano, como quisieron sus padres.

Son los niños de mi clase.

sábado, enero 31, 2009

Segundo idioma



Por muy bien que se maneje un segundo idioma, siempre hay cosas que delatan que no es la lengua materna. Se puede tener un acento inmaculado, una fluidez de envidia o, incluso, tanta confianza en uno mismo que los fallos no sean motivo de preocupación. Aún así, siempre hay palabritas tontas, sonidos imposibles o frases hechas que no conocemos, no hemos pracaticado lo suficiente o, casi siempre, que no nos salen en el momento en el que queremos usarlas.


Esta mañana mismo, he llamado al mecánico para ver si podía llevarle el coche un momento porque tiene un ruidito en la dirección y me ha costado explicarle qué le pasaba al coche. Aparentemente, no tendría por qué haber problema, puesto que le he dicho que el coche hacía un ruido in the "direction" y, al notar una pequeña pausa al otro lado del hilo telefónico, me he dado cuenta de que no era esa la palabra. Pedro me gritado desde el baño, "¡Steering, steering wheel!" (dirección y volante) y yo, rápida, le he dicho al mecánico, "I think it might be the steering wheel". Y es que el vocabulario de coche es imposible (todo el vocabulario técnico, en realidad. Porque, ¿a ver cómo se dice "guión bajo" o "arandela"?). Recuerdo otra que le dije al mecánico que teníamos que cambiar las "wheels" (ruedas) en lugar de las "tires" (su palabra en inglés).


Te quedas en blanco cuando le quieres preguntar a una embarazada que de cuántos meses está (How far along are you?) o decirle que su hijo tiene caca y habría que cambiarlo (Your son's diaper is soiled). Hacer una llamada telefónica supone un esfuerzo monumental (¿Y si no me entiende? ¿Y si no le entiendo yo?) y, a veces, hasta pedir cómo quieres la carne o las tostadas y los huevos en un restaurante se le atraganta a uno antes, incluso, de haber empezado a comer.



Por no hablar de los líos con el sistema métrico. El otro día, en el médico, me preguntó la enfermera cuánto pesaba y yo le respondí con un "Hmmm... I don't know". Parecía que no le quería decir el peso pero es que, realmente, no sé cuánto peso en libras. Ni cuánta fiebre tiene el niño en Farenheit. Me podría haber pasado lo que a una amiga, a la que le preguntó su pediatra que si su hijo hacía los "tune ups". Ella, la pobre, se quedó extrañada durante toda la conversación, hasta que se dio cuenta de que la pediatra le preguntaba si el niño hacía sus "two naps" (dos siestas). Otra anécdota: cuando llamé para pedir el ADSL en casa, el telefonista me preguntó algo que a mí me pareció que era "diesel" y el muy pesado, para colmo, no dejaba de repetirlo. ¿Qué era? DSL, el acrónimo en inglés.


Y, aunque intentamos no frustarnos con estos pequeños atolladeros idiomáticos, uno no deja de soñar con el día en el que la segunda lengua llegue a ser también la primera. Creo que se puede lograr: el día que podamos contar un chiste en condiciones en el otro idioma.


lunes, enero 19, 2009

Lago Tahoe y cositas varias


Acabamos de llegar de pasar el fin de semana largo de Martin Luther King Jr. (casi fiesta nacional) en el sur del Lago Tahoe, al norte de Sacramento y a una media hora de Nevada http://www.infoplease.com/atlas/state/california.html. Alquilamos una casita/cabaña ("cabin", las llaman aquí) por Internet y salimos el sábado por la mañana, ilusionados por conducir las cuatro horas y media de viaje para poder ver la nieve. Lo pasamos genial, aunque estamos todos molidos y, entre el tráfico que pillamos de vuelta el lunes día de fiesta y que Diego vomitó en el coche, creo que pasará bastante tiempo hasta que volvamos a ir de excursión. O por lo menos a un sitio tan lejos. (Las fotos están en la carpeta Enero 2009).


El martes 20 fue un día de emoción sin precedente. La inauguración de Barak Obama tuvo a todo el país colgado de la televisión y la radio todo el día. Su discurso ha sido criticado y elogiado, los modelitos de su familia más que estudiados y el comentario más escuchado por todos los que asistieron al evento (aparte de "¡Qué frío!") fue "¡Estamos formando parte de la historia!". Y yo, que oí el discurso con bastante emoción y la piel de gallina, todo hay que decirlo, lo único que sigo sin entender es por qué en este país se junta tanto iglesia y estado; no estoy de acuerdo en que un cura diera un discurso o bendijera la ceremonia, ni por qué Dios está presente en todos los discursos de Obama o, al día siguiente, se le diera tanta importancia al hecho de que todos fueran a misa para dar gracias y/o sellar el cargo ante Dios. En fin, que me cuesta mucho entender la relación de este país con la religión.


El otro día, en la escuela, asistimos a una reunión en la que se nos avisaba de que podríamos ser acusados de cómplices de un crimen si no comunicamos a alguna autoridad de que sospechamos que hay abuso en una familia de la escuela. A ver, suena complicado pero, resumiendo, si ves o sospechas que pasa algo en casa de alguno de tus alumnos o alguno de tus alumnos tiene evidencia física o psíquica de haber sido maltratado por algún miembro de su propia familia y no lo dices, te puede caer un buen paquete. Dar parte de algo así resulta un tanto difícil cuando, aparentemente, uno no ve nada (o por lo menos yo que ando siempre despistada y corriendo de un lado para otro) y tampoco es cuestión de inventarse uno cosas por no meterse en un lío, ¿no? Ahora que lo pienso, recuerdo un caso de cuando trabajé aquí en el 2001 de un niño que siempre venía a clase lleno de moretones por todo el cuerpo. Cuando, preocupada, se lo comenté a la madre, me dijo que el niño se caía mucho de la bicicleta. Enseguida fui a la directora y le expuse el caso, ellos tomaron las riendas y nunca supe cómo acabó la historia. Sólo recuerdo que sus padres parecían muy buena gente y el niño era un cielo.


No sé cómo estarán los precios en los restaurantes en España últimamente pero aquí hoy me he quedado soprendida. Pero gratamente. Me explico, Pedro ha tenido que viajar a Los Angeles por trabajo así que yo, entre que no tenía ganas de cocinar y que mis hijos ya tienen ganas de cenar a las 5:00 (horario americano de cena, puesto que almuerzan a las 11.30), me los llevado a un restaurante local que oferta cena gratis para niños los jueves. Total, que hemos cenado dos platos de pasta, una hamburguesa con papas, fruta, dos helados y limonada para los tres por $13.75 (¡10 euros!). ¡Creo que los jueves ya no voy a cocinar más!


En la próxima entrada prometo hablar de las bibliotecas públicas, que me tienen anonadada. Pedro ya tiene su tarjeta de socio y saca sus propios libros el solito. Próximamente...

jueves, enero 08, 2009

Berkeley



Ayer estuve en la ciudad universitaria de Berkeley. Está a una hora exacta de Santa Clara y en el norte del área de la bahía de San Francisco, por encima de la ciudad de Oakland.

Berkeley tiene todo el encanto de una ciudad universitaria, con gente joven caminando por sus calles llevando mochilas o libros en los brazos, parejas sentadas en el césped del campus y bicicletas que cruzan semáforos. Berkeley, además, es la universidad más liberal del país, con lo cual, la ciudad está llena de carteles de alguna manfiestación, conciertos protesta y algún que otro hippie anclado en los años sesenta, época en que la reputación acitvista de los alumnos de la universidad era bastante conocida (las protestas en contra de la guerra de Vietnam o la lucha feminista son algunos momentos históricos en el campus).

Cuando paseas por las calles de Berkeley, ves pasar coches destartalados conducidos por señores con barba larga y gafas y piensas que todos ellos podrían ser profesores excéntricos de alguna facultad de la universidad. Ves las casas viejas y mal ciudadas e imaginas que están llenas de estudiantes que hacen fiestas locas por las noches y amanecen dormidos con gente con la que nunca se juntarían en el aula. Hay miles de tiendas de libros, discos y tebeos de segunda mano a precio de estudiante y la gente come sentada a la puerta de cualquier sitio de comida barata y con pinta de ser casera.

Nosotros comimos en restaurante muy famoso llamado Chez Panisse http://en.wikipedia.org/wiki/Chez_Panisse que, he oído, es el mejor restaurante de California y, dicen algunos, de Estados Unidos. Es famoso porque su dueña, Alicia Walters, fue la precursora del movimiento de comida orgánica, que tan de moda está ahora en este país. A mí me pareció que la comida estaba buena pero no tanto como cualquier buen restaurante español que se precie. Aún así, los precios son altos pero razonables y la casa antigua, remodelada, en la que está el restaurante es muy pintoresca.

Sentada en una de las mesas y mirando por la ventana, me puse a pensar que este sitio no es muy típico de Berkeley. Es decir, sí es un sitio de referencia en la ciudad pero no refleja la vida universitaria. No había ni una sola persona en Chez Panisse con pinta de estudiante, ni creo que alguno hubiera podido pagar los precios del menú (recordemos que Berkeley es una universidad pública, no es Harvard). Me hubiese gustado comer fuera, en la calle, hojeando un libro viejo, recién comprado. Hubiese querido montar en bici por las calles y, por un momento casi fugaz, añoré mis días de universidad en una ciudad parecida, Granada, los montones de apuntes y las noches de estudio y parchís.