martes, octubre 30, 2007

¡Terremoto!


Hace una hora, más o menos, sentimos nuestro primer terremoto desde que vivimos aquí. En realidad, ya sentimos uno la primera vez que vinimos hace cuatro años pero nada comparado con este, que nos ha dejado el corazón latiendo a mil y un susto en el cuerpo que no se nos va a quitar en mucho tiempo.

Yo estaba terminando la cena y los niños jugando en el salón. Pedro estaba en la habitación de estudio, con su ordenador. De repente sentimos cómo el suelo se puso a temblar, como si alguien estuviera moviendo la casa de lado a lado, y oímos cómo se caián varias cosas de encima de la nevera y se movían los muebles, las copas, los cuadros... Pedro salió de su habitación un poco aturdido y le cambió la cara cuando dije, "¡Terremoto!", porque pensaba que era el vecino de al lado haciendo ruido con su moto gigante. Rápidamente cogimos a los niños y salimos a la calle, aunque el primer insitinto fue abrazarlos a los dos y echarnos al suelo, como animales agazapados.

Diego nos vio la cara de susto y las voces que dábamos y se echó a llorar y Pedro se ha pasado una hora preguntando qué ha pasado, por qué se mueve la tierra y pidiéndome el teléfono para llamar a Tati y contárselo.

Dicen en internet que ha sido un seísmo grande y seguramente saldrá en las noticias de España mañana. Aquí estamos bien; ha sido una experiencia increíble pero no dejo de pensar en que podía haber sido mayor y que en otros países en los que ha habido terremotos de mayor magnitud no han tenido tanta suerte como nosotros aquí esta noche.

sábado, octubre 27, 2007

Ardillas y arañas

Me llevo cada susto con el animalejo este... Las ardillas se me cruzan en la carretera, las veo con el rabillo del ojo en los árboles y, muchas veces, en el jardín de casa, salen de la nada y cruzan la valla de lado a lado. Alguna vez, se paran y te miran desafiantes, como si te preguntaran qué haces en su jardín. Ya sé, ya sé, qué monas, están buscando su comidita para el invierno y son animales tiernos y peluditos, pero yo las veo como ratas con rabo enorme y eso es lo que pienso cuando merodean por mis cercanías. Y la cosa es que, bueno, uno podría intentar no hacerles caso pero es que salen de la nada y cuando menos te los esperas, así que no puedo evitar pegar un salto cada vez que me sorprenden.

Pero ahí no acaba la cosa. Hay arañas por todos lados y de todos los tamaños. Las peores no son las pequeñas, las de toda la vida, sino unas con las patas tan enormes que parece que caminan con zancos arácnidos. Las veo en la ducha, en el poyo de la cocina y en la esquina de la pared y el techo. Ya sé, ya sé, están para comerese los mosquitos, que en teoría hacen más daño que ellas, pero no sé qué prefiero, si un mosquito con un poquito de hambre o una tarántula asesina. Además, sé que una me picó la otra noche porque amanecí con dos ronchitas que no se parecían en nada a la de un mosquito porque no me tuve que rascar.

Este es el país de los bichos raros (y esta vez sólo me refiero a los insectos y roedores; otro día hablaremos de otros especímenes más humanos). En el fregadero me encontré el otro día una tijereta (o cortapico), hay abejas, abejorros y avispas para todos los gustos, y palomitas adictas a la luz. Cucarachas, ninguna, menos mal, porque eso era lo que me faltaba ya para completar mi colección de compañeros de casa.

miércoles, octubre 24, 2007

Ángeles jugando

Tengo la cámara estropeada y no pude inmortalizar el gran momento del lunes por la tarde (aunque igual el flash lo hubiese estropeado todo). Durante casi una hora, mis dos hijos, Pedro y Diego, jugaron juntos por primera vez. Al principio me asusté un poco porque no se les oía y me acerqué con sigilo al garaje, que era donde estaban jugando. Y allí los vi, jugando tranquilamente con un tren que su padre les había montado el día anterior. Por no romper la magia del momento, me di la vuelta sin que me vieran y me marché a seguir haciendo mis cosas, aunque el primer impulso fue ir corriendo a darles un abrazo.

Todas las parejas con dos hijos ya me habían hablado de que, para mi buena fortuna, esto ocurriría tarde o temprano, y más con hijos del mismo sexo. Pero, después de mil riñas al pobre Pedro porque molestaba a su hermano mientras que el pobre Diego se alejaba espantado y llorando, pensé que ese momento no iba a llegar nunca. ¡Pero llegó! Y fue fantástico verlos pasar juntos un ratito de diversión compartida sin peleas ni gritos. Pero lo mejor de todo fue el ratito de paz y tranquilidad que disfruté yo. Ojalá tenga más tardes así. Ah, y ellos también, claro...

domingo, octubre 21, 2007

Corazón de mudanza


El viernes fue el gran día, el día que llevábamos esperando desde hace casi dos meses, el día en el que nos entregaron nuestras cosas. El camión de la mudanaza vino a las nueve de la mañana e, igual que se llevaron las cosas en Tenerife, las dejaron otra vez en su sitio. En realidad, no lo dejaron exactamente todo en su stio puesto que yo, por ejemplo, vacié las diez o doce cajas de la cocina y las coloqué en su sitio, Pedro vació las cajas de libros y los puso en las estanterías y entre los dos guardamos la ropa en los armarios. Ellos entraron todas las cajas, montaron los muebles y vaciaron la mayoría de las cajas de trastos. Se ofrecieron a colgarnos los cuadros pero ya estábamos tan cansados que sólo nos apetecía sacar nuestro gofio de contrabando y sentarnos a disfrutarlo. En realidad, fue una gran taza de café para sacar fuerzas y seguir adelante.


Para los niños fue como cuando vienen los Reyes: vieron sus juguetes y quisieron jugar con todos a la vez. De muchos no se acordaban así que sacaron todos de las cajas e hicieron un desastre pero casi no se notó porque el resto de la casa estaba igual de desordenada. Gracias a que, el domingo por la tarde, vinieron nuestros amigos, Susana y Vihn, nos pusieron a todos firmes y en unas horas estaba esto como los chorros del oro.


Estamos en esta casa nueva y, aunque son nuestros muebles, vajilla, sábanas, etc. tiene que pasar un tiempo todavía para poder saber sin pensar dónde está el cortauñas o cómo funciona el grill del horno. Como no estamos acostumbrados, se nos olvida regar el jardín y tropezamos con la puerta del armario del baño, que no se mantiene abierta. De hecho, hay cosas que no sabíamos de la casa, como que tiene calefacción. La primera noche que pasamos en ella hizo tanto frío, que descubrir este pequeño detalle ha sido como una revelación divina.


Ahora sólo falta que venga la gente a visitarnos, a conocer nuestra acogedora casa y a dormir en nuestro comodísimo colchón hinchable del "family room", la habitación de juegos de los niños. Y, por favor, el primero que venga que traiga café, que de eso sí tenemos mono...

miércoles, octubre 17, 2007

Pumpkin Patch



Se acerca la fiesta anglosajona por excelencia, Halloween, http://http://www.rincondelvago.com/informacion/halloween/historia_de_halloween.html, y nuestros niños ya se están preparando, no tanto porque nosotros querramos integrarnos lo mejor posible a la nueva cultura sino porque es tal el bombardeo por todas partes (tiendas, televisión, carteles...) que hemos terminado por sucumbir y unirnos a los preparativos de esta noche tan terrorífica.

Aparte de vestir la casa con decoraciones tipo esqueletos, telas de araña, brujas, gatos negros e incluso unas luces de color naranja que se encienden por la noche y se ven desde la calle (ya mandaremos fotos de la casa decorada y de alguna menos modesta), ayer por la mañana nos fuimos con el cole de Pedro a elegir una calabaza para decorar y ponerla en la casa también. El objetivo, espantar a todos los seres maléficos que se quieran acercar a ella. Y si nos intentan atrapar por la calle, no podrán, porque estaremos disfrazados y yendo de puerta en puerta pidiendo caramelos.


Fuimos a un pumpkin patch, que siginifica huerto de calabazas, donde había millones de calabazas de diferentes tamaños, todas de color naranja chillón. Entre Pedro y yo elegimos una calabaza de tamaño moderado y que fuese manejable para cortar, vaciar y hacerle caras de asustar. Esto lo haremos dentro de unos días y, por supuesto, sacaremos fotos también. No creo, de todas maneras, que le pongamos una vela dentro (como hacen aquí todos) porque nuestra relación con el fuego no es muy amistosa y las casas aquí son todas de madera...

Los niños lo pasaron bien y, a medida que se acerca el gran día, Pedro me pregunta y me pide que le cuente una y otra vez y en detalle por qué salen los monstruos y las brujas, por qué nos disfrazamos, cuántos caramelos nos van a dar, qué truco hay que hacer si no nos dan caramelos... Y yo le digo que tenga paciencia, que sólo quedan quince días, que ya verá lo bien que lo vamos a pasar. Le cuento tantas cosas y estamos haciendo tantos preparativos, que me parece a mí que hasta yo estoy tan nerviosa como cuando se acerca la noche de Reyes.

domingo, octubre 14, 2007

Almejas y mejillones




Ayer celebramos el día de la Hispanidad con/en la Asociación de Españoles de Silicon Valley. Nos reunimos en un parque y, en varios grupos, hicimos unas paellas con unas bombonas de butano y unas paelleras que trajeron algunas chicas. Estuvimos charlando con gente que ya conocíamos e hicimos nuevas amistades de todas partes de España, a la vez que comíamos paella, tortilla de papas y gazpacho. Los niños, mientras, jugaron, corretearon, se pelearon mil veces... En definitiva, lo pasamos muy bien y fue un día de lo más agradable.

A nosotros nos tocó llevar los mejillones y las almejas de una de las paellas y, la verdad, al principio me costó encontrarlas. En los supermercados convencionales sólo venden almejas congeladas y los mejillones brillan por su ausencia. Así que me puse a conducir por ahí, buscando una pescadería, pero no encontré nada parecido. En uno de mis paseos, me topé con un mercado coreano y decidí entrar a ver si había suerte pero, aparte del fuerte olor a gimbap (una especie de sushsi con algas marinas, verduras y arroz), no encontré sino mejillones congelados, después de rebuscar en las neveras. Fue gracioso porque no me supe hacer entender en inglés puesto que la coreana que estaba despachando no tenía ni idea de lo que era un mejillón ni entendía papa de inglés.

Une señora mejicana que había allí me oyó decir mussel y luego mejillón (a ver si en coreano de decía igual...) y me comentó que unas calles más adelante había un mercado chino en el que vendían "todo eso". Así que me fui para allá con la esperanza de poder, por fin, comprar mis almejas y mejillones. Y cuál no sería mi sorpresa cuando entré y, aparte del fuerte olor a arroz cocido, encontré lo que buscaba. Había unas peceras enormes llena de todo tipo de pescado "vivo". Y digo vivo porque en inglés, la palabra para pescado fresco es live, literalmente vivo. Es más, vivas todavía había langostas gigantes y cangrejos del tamaño de un pan de campo. También había pescado de todos tipos y tamaños y con nombres que a mí me sonaban a chino (¿por qué sería?). ¡Y, por fin, mis mejillones y almejitas esperándome en una esquinita de la nevera del mostrador! Señalando y medio hablando en inglés y español, le pedí al señor de la pescadería que me pesara un puñadito de cada y me fui tan contenta a casa, no sin antes comprar un té chino adelagazante muy raro pero eficaz, (o por lo menos eso decía en las instrucciones, que estaban en chino y en inglés).

Me llamaron la atención estos dos mercados porque, obviando las cosas que oías o leías en inglés de vez en cuando, parecía que estaba comprando en algún país oriental. Me dieron ganas de quedarme un ratito más, de preguntarle a los vendedores para qué sirve esto o aquello, de probar su comida (la que preparan en sus casas, no la de los restaurantes) , de oler sus especias... Volveré, seguro, algún día con más tiempo y buscaré también algún otro mercado de otro país oriental para ver qué cosas distintas me ofrecen y me atrevo a probar u oler.

Por cierto, ¡la paella quedó riquísima con los mejillones y almejas chinas!

martes, octubre 09, 2007

De todo un poco



Hoy me tocaba ir al supermercado (suelo ir una o dos veces por semana, tanto aquí como en España) y en la caja, al pagar la compra, me sorprendió gratamente ver que había un chico con síndrome de Down metiendo mis artículos pagados en las bolsas del super. Miré en otras cajas y había diferentes personas con deficiencia intelectual también realizando este trabajo. Me pareció una idea fantástica y me pregunto por qué la habrán implantado los supermercados en España. O quizás sí y yo no lo he visto.

Luego, fui a llenar nuestra botella de agua. Resulta que, hartos de comprar botellas de agua que se acaban enseguida y son carísimas, hemos comprado una botella grifo que llenamos en una tienda de agua cuando se acaba. Una tienda de agua, para los que se pregunten, es eso: una tienda en la que sólo venden agua. Está llena de grifos gigantes y puedes llenar tu botella por 25 centavos el galón. Es decir que, antes, tres galones en una botella de plástico que no se recicla (a no ser que tú, como ciudadano cívico, la quieras llevar a algún contenedor de reciclado) nos costaba $3,50 (aproximadamente) y ahora llenar nuestra botella nos cuesta 75 centavos. Aparte de eso, tenemos dos botellas pequeñitas que también llenamos en la tienda de agua y metemos en la nevera. Todo es muy útil y barato. Lo de ir a la tienda de agua no es muy cómodo pero, bueno, una cosa compensa la otra.

Esta tarde van a cortarse el pelo los tres chicos de mi casa. A ver con qué nos sorprende el peluquero.

sábado, octubre 06, 2007

Ya van tres


Ya son tres las manchas. Esta es de Nesquick y de Diego otra vez. En fin, hoy voy sin falta a buscar algún producto, aunque Pedro dice que cuando nos vayamos limpian la moqueta con un producto industrial que la deja como de tintorería. Yo sólo con mirarla me pongo de los nervios. Cosas del marujeo...

jueves, octubre 04, 2007

Manchas y gofio



Mucha fregona funcional y de diseño pero ¿yo qué hago ahora con estas manchas? El otro día a Pedro se le derramó café sin querer en la moqueta y hoy Diego ha tirado su puré en un ataque de diversión maligna. Y tengo dos manchas en la moqueta que parece que hemos matado a alguien y no se ha podido limpiar la sangre. No tengo ni idea de cómo limpiar esto sin que el estropicio sea insalvable (por eso no he restregado como Dios manda, con amoníaco, ni he comprado ningún producto para moquetas) y, mientras miro las manchas de reojo, pienso que se hacen cada vez más grandes (como en las pelis de miedo en las que hay una infección babosa que se va deslizando por el suelo) y que el tomate del puré se está agarrando a la moqueta como quien se agarra a la vida.

Por otro lado, nuestro contenedor con la casa entera llega hoy al puerto de Long Beach pero, al parecer, ha habido problemas con el contenido y la oficina de contrabando le tiene que hacer una inspección una vez en tierra. Buscan alimentos. Y los hay. Dos cajas. Glub. Hay Cola Cao, vino, especias, algo de harina, azucar y gofio; todo el contenido de uno de los armarios de mi cocina. Quizás se imaginan que somos contrabandistas de gofio, quizás piensen que el gofio es una droga nueva, de diseño, que estamos introduciendo en el mercado americano. El caso es que esa inspección (de rutina, seguro) retrasará la entrega de nuestros muebles y enseres ni se sabe cuánto tiempo.

Espero que no vengan a inspeccionar el apartamento este porque si ven las manchas de la moqueta igual piensan que hemos matado a nuestro camellín distribuidor de gofio aquí en California por no haber podido venderlo a buen precio...

martes, octubre 02, 2007

Una boda americana



El domingo pasado fuimos a la boda de Cande y Andrés, dos amigos de La Orotava que trabajan y viven aquí. Cande llegó a California en 2001, en nuestro grupo de profesores visitantes, para estar más cerca de Andrés, que ya vivía aquí desde hace años, trabajando para una empresa de software que se llama Theos. Total, que después de muchos años juntos, decidieron casarse a lo americano, con su marquesina en el jardín y sus damas de honor.

Fue una boda preciosa porque fue diferente a las que estamos acostumbrados. Nos sentamos todos en unas sillitas blancas y esperamos a que entraran las damas de honor, el niñito que llevaba los anillos y, finalmente, a que la novia guapa apareciera desde algún lugar del jardín. Al contrario que en las bodas españolas en las que el novio entra con la madrina por el pasillo de la iglesia, aquí el novio espera con sus "best men" (mejores hombres/amigos) en el altar o, en su defecto, marquesina o "gazebo".

Después de la ceremonia, tuvimos un pequeño cóctel y luego pasamos a la celebración, que fue curiosa porque era un buffet en el que había pan y ensalada, salmón a las finas hierbas y/o solomillo envuelto en beicon y papas gratinadas con queso. Todo delicioso, vaya, pero distinto y más entretenido, creo yo, que esperar a que te sirva un camarero. De este modo, te levantas, paseas y miras qué hay, charlas con el de delante y el de detrás de ti en la fila e intentas romper el hielo con los desconocidos con los que te toca compartir mesa. Y al final la tarta, una delicia de chocolate con sabor a brownie, que repartieron y se acábó enseguida salvo el primer piso, que se congela un año para que los novios se la coman en el primer aniversario.

En realidad, no hay mucho más que explicar porque pueden ver o han visto ya algo similar en las películas de Hollwywood. Sólo que en las películas de Hollywood, la novia no está tan guapa como en esta, ni el novio parece tan feliz como en esta, ni el que lleva los anillos es Pedrito, mi hijo. Ah, y espero que Pedro esté contento hoy, he escrito acerca de lo que hemos hecho, comido y bebido.