Cada vez que vuelvo a Estados Unidos me sorprende su olor. Estados Unidos huele a Estados Unidos y es un olor propio e inconfundible. Es una mezcla de olor a aire acondicionado y moqueta, a veces (y depende del sitio en el que estés) con un toque de plástico nuevo, otras con un leve olor a madera maciza pero un poco vieja. Siempre lo noto cuando bajo del avión pero se vuelve más intenso cuando camino dentro del aeropuerto hacia la recogida de equipaje. Luego, durante los primeros días lo huelo en todas partes (en las librerías, el supermercado, el vídeo club e incluso en mi propia casa...) hasta que mi nariz se acostumbra y ya no lo huelo más hasta que salgo del país y vuelvo a entrar pasado un tiempo.
En algunas franquicias americanas en España a veces me viene un soplo de este olor tan particular. Si estoy con Pedro, siempre digo, "Huele a Estados Unidos." y él lo nota también. A veces él lo huele antes que yo pero el caso es que este olor es tan inconfundible que salta a la vista. O al olfato, más bien.
Pedro dice que cada país tiene un olor distinto y particular. Es más, va más allá y asegura que cada ciudad o lugar tiene su olor propio. Madrid huele a Madrid igual que Las Palmas huele a Las Palmas. Ahora que lo pienso, puede que tenga razón. Santa Cruz de Tenerife huele a refinería y a verde de la rambla. Y Las Palmas huele a casa y a humedad. O el sur de las islas, que me huele distinto a la capital porque es césped de bungalow recién regado y arena mojada. Si vamos más allá, se podría incluso afirmar que cada lugar cambia su aroma con cada estación y, por lo tanto, Las Palmas no huele igual con la lluvia de invierno o con la sal de la playa de Las Canteras en verano.
Ya llevamos de vuelta un fin de semana y se está disipando el olor a EEUU. Ya no huelo nada. En mi recuerdo, no obstante, sigue ese olor tan propio de este lugar y de muchos otros que hasta dentro de un año no podré volver a notar.